COMENTARIOS Y LECTURAS DE LA OBRA

ARCHIVO LECTURAS EN CONTEXTO


Las siguientes lecturas y/o devoluciones refieren al re-estreno de, El solo que siempre quise bailar, accionado en junio de 2016 en el Centro Cultural Impa, La Fábrica. El IMPA es un espacio recuperado por sus trabajadores,  un espacio alternativo que apoya y genera un arte crítico, transformador y de  resistencia. Para la artista, fue un espacio propicio para compartir su primera pieza coreográfica, donde subyace una perspectiva del oficio de artista que crea y construye con una mirada crítica y autogestiva de su oficio, donde la investigación es fruto de un arduo trabajo y de diálogo entre los pares y el público espectador.



Gabriela Paolillo (Uruguay) Artista Escénica.

Llegué y me conmovió el lugar. Ya lo conocía, pero estar ahí esa noche helada de junio me hizo temblar todos los huesos.
Subimos escaleras rodeadas de vestigios de una pasado que fue, y de pruebas de una lucha que continúa. Me emociona el IMPA, siento una profunda admiración por las personas que sostienen ese lugar.
Así que ya llegue al espacio que Brenda eligió para montar su solo, muy atravesada.
La primer imagen: ella ahí comenzando su entrenamiento, y ella desde una pantalla (ella misma, la que entrenaba, ponía play) contaba su recorrido para llegar a este momento y le daba contexto a lo que íbamos a ver.
Ya aquí dos Brendas. Dos aspectos de Brenda.
Pasamos a las gradas.
Y empezó, Brenda, su entrenamiento. Otro tipo de entrenamiento. Una entrada en calor. Necesaria entrada en calor en el helado espacio de IMPA.
No recuerdo muy bien el recorrido de Brenda. Si recuerdo mis sensaciones.
Brenda mueve su pelvis. Respira fuerte. Exhala fuerte por la boca. La escucho, la veo. Su ropa empieza a empaparse en transpiración. Se le empieza a pegar ese pelo larguísimo, grueso y colorado a la cara. Cada vez abre más las caderas. Se mueve sinuosamente. Respira más fuerte.
Ya no puedo solo mirar. Me incomoda lo que veo. Pienso si voy a verla tener una orgasmo. Pienso que no quiero eso. Pienso, que hace? Por qué hace esto? Para que me quiere acá como testigo? Deseo que acabe. Quiero que termine la función, o quiero que tenga un orgasmo frente a nosotros? No me animo ni a contestarme a mí misma. Me perturba el cuerpo sudoroso y jadeante de esa mujer. Me irrita, me molesta, me intimida, me fastidia. Pienso en mi capacidad de gozar. Pienso en mi cuerpo sudando. En mi capacidad de sentir placer. Detengo ese pensamiento. Me siento aturdida, confundida.
Ella se pone un vestido rojo y canta una canción de Edith Piaf. No puedo dejar de ver a una mujer que tuvo un orgasmo y ahora su vestido rojo y el francés me llevan a alguna película de burdeles parisinos. Me encuentro con un prejuicio que no sabía que tenía. Las luces bajan, pero mi corazón late rápido. Quiero irme. Deseo que acabe de una vez.
Termina la canción, ella saluda. Bajo rápido de la grada. Ella está ahí, igual que nos mostró su cuerpo  gozoso ahora nos espera para saludarnos. Es la misma mujer.
La saludo sin poder decir palabra. Me voy a casa rápido. Muda. No quiero pensar en lo que vi, pero estoy muy perturbada, no puedo evitarlo.
Cómo es que el placer de una mujer me perturba de esta manera?
Que juego de espejos activo ella en mi sensibilidad que no puedo más que sentir esa perturbación, sin poder siquiera nombrarla? Cuantos prejuicios me vino a develar que creía superados?
Pasan las horas.
Qué es lo que hacemos desde la escena contemporánea, a que nos  habituamos? Arriesgo una respuesta: a cuerpos que no gozan, que no sienten placer, que esconden sus emociones por seguir los mandatos de la contemporaneidad. Ya está. Estamos en 2016. Podemos arriesgar más. Sino pregúntenle a ella.

Mariela Nussembaum, (Argentina) Artista Visual y Bailarina

Brenda, emocionante verte ayer, entre tanto ataque a la cultura y a la libertad de expresión, tan sincera y entregada a una propuesta tan simple como poderosa, disfruté de cada paso, las primeras pinceladas junto con esas cuerdas vibrantes, la crecida de un río que no se sabía a dónde podía llegar, la trenza desatada por la energía que pedía salir por cada poro, ese pelo de fuego hipnótico, es un caballo? es un pájaro? es un dragón? es una mujer salvaje bailando en el corazón de una fábrica oscura, silenciosa y fría, hervías de tu propia sangre andando por vaya a saber qué infinitos espacios internos.
Hermoso que le hayas dado cuerpo a ese vestido rojo y vida a una canción eterna.
gracias!!!

La danza del miedo

En su performance, “El solo que siempre quise bailar”, la bailarina chilena Brenda Gatica muestra en vivo su entrenamiento físico y cómo la sacuden sus temores más profundos cada vez que está por salir al escenario en Buenos Aires, Argentina. La acompaña Joaquín Sáez en la musicalización de la obra
Joanny Oviedo*

Son esos enemigos/amigos sigilosos que deambulan escurridizos dentro de nosotros cuando aún no tienen nombres. Esos cuyas fechorías y llamados de alerta todavía desconocemos porque no somos capaces de identificarlos claramente y sus límites son borrosos. Su presencia confunde. No es fácil: a veces nos orientan a abordar ciertos temas con cautela, pero otras tantas nos dejan inertes, en un limbo pesado o, peor, en un tsunami sacudido de emoción: llanto, nervios, enfermedades. Somatizamos los miedos por donde logramos darles cabida.

Brenda Gatica, una bailarina chilena que hace varios años reside en Buenos Aires, Argentina, nos expone con su performance “El solo que siempre quise bailar” los temores que ha logrado reconocer dentro de sí y que ahora es capaz de mostrar en vivo, delante de todos, casi desnuda por dentro mientras nosotros los vemos danzando a través de su piel transparente. En su obra, la artista ventila hasta qué punto la estremecen esos agitadores en la intimidad: sus repetidos y casi epilépticos movimientos exhiben una mezcla de pavor, de frustración y angustia, de perseverancia e inclusive deseo. Sus miedos bailan por ella y nosotros podemos percibirlos con claridad.

El solo es casi un reality profundo hecho arte en el que ella se fustiga constantemente acompañada por un fondo musical variante a cargo del músico Joaquín Sáez, quien con una guitarra, y a veces con frases suaves y repetitivas o murmullos lúgubres,  la  va llevando por distintos estadios de sufrimiento: calma, flagelación, luego más flagelación, luego limbo, calma de vuelta… agotamiento. La música en esta obra es una especie de soundtrack del miedo que baila por todos lados.

Y a lo largo de ese doloroso e incómodo proceso, Brenda nos obliga a ver la dureza con la que ella se castiga, al punto de hacernos sentir una tristeza y una empatía tales que, llegado el momento en que Joaquín le tiende una mano en clara señal de “basta, ¡arriba!”, los espectadores parecen alegrarse de la interrupción de la danza pavorosa que es ahora sustituida por una acción que les hace frente: el solo que ella siempre quiso bailar.

Con Edith Piaf de fondo musical diciendo que nada fue en vano y ataviada ella con un vestido rojo fuerte y una actitud triunfante, el público termina contento al ver cómo alguien –ella o cualquiera– sale, finalmente, del latigazo constante y enfila su energía hacia la vida: hacia la creación. La gente sonríe sinceramente al ver esos grandes ojos agradeciendo haberla visto bailar con la soltura melódica y la esperanza esperadas: sin temblequeos torturantes ni dudas.

El “Solo que siempre quise bailar” es una oda a los miedos y a atreverse a verlos a la cara con amor, con la suavidad con la que ésta bailarina termina desenvolviéndose de un lado al otro en el frío y descascarado escenario del IMPA.  
* Periodista venezolana, egresada de la Universidad Católica Andrés Bello (Caracas, 2007). Ha trabajado en los diarios TalCual, Primera Hora y 2001 de su país natal. Actualmente, reside en Buenos Aires y tiene un blog llamado Palabras Canela → http// www.palabrascanela.blogspot.com



Priscila Velasques,  (Brasil) Artista Escénica.
El solo que siempre quise bailar de Brenda, me invitó a ser testigo de la intimidad del proceso creativo de una  artista… Allí estábamos invitados, convocados, el público. A ver  una obra de danza performance. He visto obras de danza diversas y muy poco de performance…  investigo experimento… y me quedé impactada, casi “shockeada” al ver  el cuerpo de una artista totalmente desnudo sin sacarse la ropa, la sangre sin la herida…
Un cuerpo de mujer ocupado en su hacer delante del público tan presente cuanto ella, habitado de sentidos… Se escucha su respiración, se ve la transpiración surgir desde sus poros. Todo eso está. Está su mirada, casi siempre lejos, a veces adentro, otras afuera. La mirada del público, devoradora de sentidos… Ella se mueve. Se prepara para algo. El público espera, especta. Ella se hunde en la sombra y aparece en la luz. Escucha la música, por momentos la sigue. Se ve al hombre. El hombre está. No hace nada. Solo está. Está su presencia, aparece en forma de música, instrumento, desaparece en ella.
El público siente el frío, la fría fábrica semi-abandonada, su aspecto, espectro.  El público podría, pensaba mientras, salir a fumarse un pucho y volver. La performance suele conceder esas libertades de tránsito. El público permanecía.  La artista firme en su recorrido.
Hay colgado en una pared un vestido muy rojo, hay una silla, zapatos. Aguardo entonces el momento en que entrarán en escena. Mientras tanto la miro. Y veo el humo salir de su cabeza evaporando la transpiración… Me impresionaba y me preguntaba divagando: porque hace eso..? tanto esfuerzo físico, raro placer… intriga… jugará, adivino. Jugará a ser niña en un cuerpo de mujer… Ah sí, el teatro, el teatro concede estos lujos. El teatro como lugar donde se hace y es. El Teatro Esencial de Denise Stoklos… Porque después de tanto… la artista nos brinda  un adorable momento de puro éxtasi y alegría. Baila.
Buenos Aires, 2016


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